Compartir la experencia, es compartir el gusto y la responsabilidad. Es abrir los ojos através del otro, asumir el compromiso que nos toca como actores fundamentales de nuestro entorno, herederos del pasado y sembradores del futuro.

Éste es un espacio para compartirles mi experiencia.
Un espacio para compartir el mundo que me decidí a recorrer.



12 de julio de 2011

En Tránsito...

Estoy atrapado en el Aeropuerto de Granada.
Por malos azares tuve un vuelo cancelado y eso vino a partirme todas las conexiones hasta San José. Hoy por la noche debería de estar en Costa Rica para encontrarme con mi madre, ahora pasaré la noche en Trinidad, mañana mi vuelo sale para Panamá.
Después de enojos, más de una discusión, alianzas, estrategias y decisiones difíciles, todos los planes cambiaron y estoy a la espera de mi vuelo reprogramado, sin acceso a internet, sólo con Skype que me ha salvado la vida y para colmo, olvidé mis audífonos en mi maleta registrada.

Perdido en el Caribe… y dista muchísimo de la historia que se monta Maná en su canción.
Extrañas coincidencias, tal vez me encuentre a Paola mañana en Trinidad, ella de regreso a St. Vincent y yo, rumbo a Panamá, vamos a ver si la suerte me da tregua, de lo demás yo me encargo.

Estaba sentado frente a las ventanas que dan a la pista de aterrizaje, nunca había visto un aeropuerto tan sólo, sin llantas quemando, sin turbinas callando todo, sin hélices que cortan el viento. Comenzando a debrayar, me vino recuerdo que me trajo un poco de calma.
Cuando era niño, algunas veces las tardes parecían completamente distintas. Mi padre o mi madre solían viajar mucho por asuntos de trabajo, casi siempre a México, Tijuana o alguna otra ciudad, lo mejor, siempre era su regreso.
Ya estaba advertido que el papá o la mamá llegarían ese día por la tarde, algunas veces requería de un rato de desvelo, pues el vuelo llegaba tarde. La emoción del reencuentro se manifestaba.
Llegar al pequeño aeropuerto de Torreón en el cual siempre reinaba un frio permanente, tan ajeno de todo lo que existía afuera, las personas con sus maletas, luces blancas y luego, esperar detrás de los ventanales la hora de la llegada, a veces en el pequeño restaurant al fondo del pasillo. Impaciente siempre, el avión nunca aparecía del cielo, sólo se escuchaban las turbinas y de pronto el imponente vehículo aparecía rodando en la pista, las mejores ocasiones resultaban cuando el avión se detenía justo al ventanal y de ahí esperábamos a los padres a verlos bajar por las escaleras, los pasajeros bajaban los escalones pero nada importaban, eran como dobles de película, después de esperar el desfile de desconocidos en algún momento, bajaba mi Madre, siempre que bajaba del avión parecía más guapa , con maleta en mano y una seguridad al caminar, Cuando llegaba mi papá, siempre imponente, a veces formal con la barba crecida, representaba para mi lo que era ser un hombre, llegar y los abrazos. Lo mejor siempre estaba por venir, en el coche o en la casa, la curiosidad nos mataba a mi hermana y a mi, pues sabíamos que en su maleta traerían un regalo, por más sencillo o complejo que fuera, siempre algo bonito e interesante, algo que venía hasta nosotros y nos hacía parte del viaje.
Que quede claro, que ese era el trabajo de los padres, pues en esta ocasión de regalo yo sólo llevo algunas fotos y más de tres historias como regalo, buen viaje !

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